viernes, 19 de julio de 2013

El Moncada en versos


Varias son las canciones y poemas que dedicaron los cubanos a la gesta del Moncada. Inspirados en aquel centenar de hombres y mujeres que se alistaron para darle una lección al tirano, surgieron los más emocionantes versos y las más hermosas melodías.
 Desde Raúl Gómez García, integrante de aquel movimiento revolucionario y quien antes de morir dejó a Cuba sus versos, hasta los jóvenes de la nueva trova, he aquí una pequeña selección de los temas y poesías que más se cantan y declaman en la Isla.

Raúl Gómez García (El poeta del Moncada)
Entre los asaltantes asesinados durante aquellos sucesos se encontraba Raúl Gómez García, quien no solo redactó el Manifiesto a la Nación previo a los actos del 26 de julio, sino además un poema de su autoría también que quedó en la historia.
 Decidió escribir el poema. Sería quizá un himno. No hay gesta sin himno, pensó sin pensarlo, como le sucedía cada vez que algún gran sentimiento se le atravesaba entre el corazón y el cerebro. Era como un dolor incontenible, atizado por una fuerza suprema, que le cortaba la respiración, y solo cedía cuando lograba verter el alma en el papel. Sentía que moría con cada nuevo poema, y al instante comenzaba otra vez a vivir.
 Ahora, sin embargo, en este julio de definiciones, se desataba en él por primera vez el conflicto entre el poeta y el periodista culpable —aunque no confeso— que también era. Acaba de recibir de Fidel Castro la tarea más importante de su vida revolucionaria: redactar el Manifiesto a la Nación, aquella proclama que, en nombre de la Generación del Centenario, sería dada a conocer al pueblo de Cuba, cuando por fin tuviera lugar la primera gran acción del movimiento.
 Era la oportunidad que todos estaban esperando, desde el momento mismo cuando comprendieron que a Batista había que sacarlo a tiros del poder. El conflicto estaba en el tiempo. Postergar un minuto la redacción del documento, poner en riesgo cualquier misión del Movimiento, podía significar el final de su pertenencia a aquel grupo de valerosos jóvenes, que soñaba con cambiar el destino de la Patria. La disciplina impuesta por el jefe, y acatada por todos ellos, no dejaba alternativas: cumples, o te vas.
 El manifiesto solicitado por Fidel estaría a tiempo. No obstante, el poema, el himno, o lo que fuera, también estaría listo para el día del combate, o él dejaba de llamarse Raúl Gómez García.
Ya estamos en combate
Ya estamos en combate
Por defender la idea de todos los que han muerto.
Para arrojar a los malos del histórico Templo
Por el heroico gesto de Maceo,
Por la dulce memoria de Martí.
En nuestra sangre hierve el hado azaroso
De las generaciones que todo lo brindaron,
En nuestros brazos se alzan los sueños clamorosos
Que vibran en el alma superior del cubano
Ya estamos en combate......
En nombre de las madres y de los hijos de nuestra tierra heroica
En nombre del honor y del decoro que construyó su historia
Por la estrofa magnífica del himno
«Que morir por la patria es vivir»
La libertad anida entre los pechos de los que viven hombres
Y por verla en la estrella solitaria es un honor luchar
A la generación del centenario le caben los honores,
De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal.
Ya estamos en combate...... ¡Adelante!
Adelante hasta el nido superior de la gloria
Para que nazca en esta nueva aurora
La república digna y decorosa
Que fue el último anhelo de Chibás.
No importa que en la lucha caigan más héroes dignos
Serán más culpa y fango para el fiero tirano
Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo
Si no se tiene armas se pelea con las manos.
Ya estamos en combate...... ¡Adelante!
De nuestra lucha heroica depende la Cuba verdadera
La de furia loca de Gómez y Agramonte...
La de la lucha pura de Mella y de Guiteras...
Adelante, Cubanos...... ¡Adelante!
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
Sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la patria
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.
Raúl Gómez García
Julio de 1953


 Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí)

Otro de los poemas más conocidos sobre aquella epopeya es Era mañana de la Santa Ana, de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, el cual cuenta cómo, a pesar del tiempo transcurrido, el corazón aún le palpita y cada 26 de julio su lira vibra con más fuerza.
El poema circulaba en la sangre del Maestro. Cuando viajaba a Viena para participar en el VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en 1959, lo hizo público en un acto que impactó a los delegados del cónclave.
"Ahora me resulta más gigantesco, más cercano, porque enaltecer héroes -dijo Martí- hace héroes. El poema brotó tal y como lo sentí, pero ahora a 50 años de la gesta heroica dirigida por el Comandante en Jefe, encuentra una atmósfera propicia para su vigencia", afirmó Naborí.

Era la mañana de la Santa Ana...

Era la mañana
de la Santa Ana,
mañana de julio pintada de rosa.
Nadie presentía que saldría el Sol
por la silenciosa
granja de Tizol.
Santiago el Apóstol, marchito, dormía
como derribado por la algarabía
de conga y charanga, locura y alcohol.
Era la mañana
de la Santa Ana...
¡Oh, la incubadora
de la redentora
granja Siboney!
¡Qué gloriosos gallos dieron a la aurora
viejas y olvidadas posturas de Hatuey!
.......
Iban decididos por la carretera...
Por todo el paisaje se abrió la bandera.
En la caravana de los inmortales
iban dos mujeres de pureza estoica:
también procedían de la granja heroica,
de la incubadora Mariana Grajales.
Eran soles previos que con su alborada
rasgaron las nieblas del cuartel Moncada
La Patria en tinieblas vio sus rumbos claros
a la luz precisa de urgentes disparos.
Era la mañana
de la Santa Ana.
L
a sangre vertida no fue sangre vana.
......
¡Qué ciegas estaban las manos de aquel
que arrancó los ojos, los ojos de ensueño
los ojos de Abel!
¡Los ojos de Abel!
que ahora son estrellas de un cielo risueño
y alumbran el paso triunfal de Fidel!
Los mártires todos invaden el día,
alegran ciudades, liberan el monte...
Ya escucho los cantos de Gómez García
en rápido tránsito de flor a sinsonte:
-26 de Julio: heridas
por donde surgió la aurora:
alta fecha vengadora
de las fechas ofendidas.
Caliente sangre de vidas
rotas por el heroísmo
cuando traición y cinismo
bailaban sobre un calvario...
¡Oh, rocío necesario
a la flor del patriotismo!
....
Es la voz de toda la tierra cubana:
-¡Gloria a la mañana
de la Santa Ana
Otro poema del Indio Naborí es el dedicado a los mártires del Moncada, cuyo contenido completo no pude encontrar, pero aquí dejamos el fragmento dedicado al joven revolucionario artemiseño Pedro Véliz Hernández Caro.
Pedro Véliz Hernández, Caro
Era preciso construir,
La nueva patria, el porvenir,
Y el edificio sería caro, 
Caro como tu nombre claro,
Y para gloria de tu oficio, 
Te distes a trabajar el edificio 
Firme de la patria futura, 
Donde echó tu sangre pura 
Los cimientos del sacrificio.
Fue Artemisa uno de los territorios que más hijos donó a la causa del Moncada. A ellos precisamente el Indio Naborí dedicó sus versos.
Poema a Artemisa
Los valientes Aqueos de la Iliada
tuvieron a Minerva como escudo y divisa
los jóvenes Aquiles del ataque al Moncada
tuvieron su Artemisa.
No la Artemisa diosa de los mitos paganos
sino la tierra roja de Pinar de Río
surco de luz abierto a los fecundos granos
del Centauro de Oriente, Comandante del Brío.
Polvoriento de pena y de camino agrario.
¿Dónde están Artemisa – pregunta el Gigante –
tu joven campesino, tu joven ploretario,
tu joven estudiante ?
Tocó Artemisa un rojo subterráneo clarín
Y saltaron sus héroes:
¡Hermosos y calientes corazones!
Artemisa, la esposa de algún Quirón veguero,
Los inyectó con sangre de leones.
Y de allí, de la entraña de Artemisa,
Como del arco rojo de una Gran Cazadora
salieron estas flechas de coraje y sonrisa.
A clavarse en la noche para traer la aurora.
Desde entonces la tierra de la piña gustada
También dio, para el pueblo, trágicas amapolas.
Artemisa en el Granma jineteando en las olas.
Artemisa en las lomas orientales.
Artemisa en la puerta del Cuartel Goicuría.
Artemisa en los órganos de cenos colosales
Artemisa en Palacio peleando a pleno día
Artemisa en los montes villareños.
¡Artemisa de frente dondequiera!
¡Gloria para el coraje de los artemiseños!
¡Hay sangre de Artemisa brillando en la Bandera!

“Aquellos de la Generación del Centenario eran profetas que, salidos de las entrañas de nuestra tierra, vestían de ilusión al pueblo”.
Carilda Oliver Labra, escritora matancera, se inspiró también en aquella gesta para escribir su Canto al Moncada, cuyos fragmentos dejo a su consideración
Sonó el viril alegato
entre bayonetas fieras.
¡Con qué vuelo de banderas
apoyaban su arrebato!
Desde el perfil al zapato
criollo como el yarey.
Profeta de nueva ley,
honda esperanza de todos,
en medio de tantos lodos
lengua le vino de Hatuey…”

“…Del campesino es la tierra,
y Cuba de nuestra aorta.
La cárcel ¿qué nos importa?
¡Habrá mañana, habrá guerra!
(Ya lo escuchaba la Sierra,
aún escuchándolo está)
Y hubo otro ¡no! en Baraguá
cuando patético y puro
dijo con fe en el futuro:
¡La historia me absolverá!”
Así conversó Carilda Oliver con Abel Santamaría; así conversó con aquel que ya no tenía ojos, con aquel cuyas cuencas habían quedado ya vacías de color y llenas de desgarramiento:

Conversación con Abel Santamaría
Principio del formulario
Miras, Abel,
sin ojos en la tierra.
Tu mirada viene de lo que no abandona la belleza.
Aquí está derramada
como cuidando el sesgo de tu isla,
la lucha del mar por sostenerla;
ayuda al balanceo de las palmas,
agrede nuestro miedo.
¿ Quien le dice: párate;
quién la vuelve a esa cuenca desolada?.

Miras, Abel,
y se revuelve el hambre de los pobres.
Miras, y arde
la libertad de los hermanos secos,
enterrados a pulso
frente a los sinsontes.

Aquí convoco
tu córnea interminable
persiguiendo el mal con una lágrima,
la pupila
oráculo de tu hermana,
rebelde,
pariendo luz dentro del polvo.

Yo no me enluto,
yo no sollozo.
Yo oigo tu mandato
y me apoyo en ti como en un talismán,
como en un aire de yagrumas,
como en un himno.
Tú eres el único que ahora ve en las tinieblas,
porque aquí ya todos somos ciegos.
Danos tu mirada.
Es fuerte como la primavera del milagro.
Ampáranos con tu: ten mis ojos, Cuba.
Igualmente Carilda, escribió a Fidel uno de sus versos más conocidos.

Canto a Fidel

No voy a nombrar a Oriente,
 no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
 –penosa luz diferente–,
 no voy a nombrar la frente,
 la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
 voy a nombrar toda Cuba:
 voy a nombrar a Fidel.

Ése que para en la tierra
aunque la luna lo hinca,
ese de sangre que brinca
 y esperanza que se aferra;
ese clavel en la guerra,
ese que en valor se baña,
 ese que allá en la montaña
 es un tigre repetido
y dondequiera ha crecido
como si fuese de caña.

Ese Fidel insurrecto
respetado por las piñas,
 novio de todas las niñas
 que tienen el sueño recto.
Ese Fidel –sol directo
sobre el café y las palmeras–;
ese Fidel con ojeras
 vigilante en el Turquino
como un ciclón repentino,
como un montón de banderas.

Por su insomnio y sus pesares
por su puño que no veis,
por su amor al veintiséis,
por todos sus malestares,
por su paso entre espinares
de tarde y de madrugada,
por la sangre del Moncada
 y por la lágrima aquella
que habrá dejado una estrella
en su pupila guardada.

Por el botón sin coser
que le falta sobre el pecho,
 por su barba, por su lecho
sin sábana ni mujer
 y hasta por su amanecer
con gallos tibios de horror
yo empuño también mi honor
y le sigo a la batalla
 en este verso que estalla
 como granada de amor.
           
 Gracias por ser de verdad,
 gracias por hacernos hombres,
 gracias por cuidar los nombres
 que tiene la libertad.
Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
 por tu pluma y tu papel,
 por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón.
Gracias por todo, Fidel.          

 (marzo de 1957)

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